Pifá, ricuras de mi tierra

Por:  Miriam Rizcalla de Cornejo

Al caer uno de esos torrenciales aguaceros sonaeños las familias suelen reunirse, juntitos todos, como en actitud de mutua protección, haciéndose cruces cuando el cielo centellea y el agua arremete duro contra el techo, Jesús alabado, diría mi madre, al tiempo que se aparece con un cafecito de lo más aromático y calentito, y un tazón lleno de pifá!  Sí, tal y como dije: ¡pifá!

Famosos pifás rayados
No importa cuántas veces me corrijan la palabra ¡Miriam, que se dice pixbae!  ¡Jamás y nunca!  Para mí nunca será lo mismo comer pixbae que comer pifá.  El pixbae se me antoja desabrido e insulso, en cambio el pifá ¡sin comentarios!  ¡Qué delicia!

Del pifá se dice que se encuentra sólo en Costa Rica y Panamá, eso lo escuché de un famoso chef, pero tal parece que en otros países la madre naturaleza también les bendijo con esta ricura, exótica, seductora...

Cabezas de pifá
Para los que no son panameños, y no le conocen, han de saber que el pifá crece en altas palmeras, su cosecha no suele ser fácil, pues las palmeras, además de ser muy elevadas, están llenas de espinas.  En los pueblos suelen venderse como "una cabeza de pifá".  Es un conjunto de frutillas pequeñas, que requieren cocción, se pone el agua con sal a hervir y se dejan cocinar hasta que ablanden, se quita la cáscara y al ataque, una delicia!  Ver una palangana repleta de pifás humeantes, con la cáscara brillante, con esos tonos amarillentos que tanto me fascinan,  es toda una seducción al ojo y al paladar!

También es común encontrarse en las aceras puestos de vendedores ambulantes vendiendo bolsitas de pifá, ante los cuales es casi imposible resistirse y no comprar una.  Cuando es su temporada realmente se les encuentra en todas partes:  restaurantes, escuelas, terminal de transporte...  Como sucede con todas las frutas, también tiene sus variedades, una muy buscada es la del pifá rayado, pero lo cierto es que todos están deliciosos!...

Ahora está lloviendo, hace frío.  Escucho cómo el agua golpea fuerte la ventana.  El viento silba, me recuerda los aguaceros de Soná, pero de todo lo anterior lo único que tengo en mis manos, que me hace evocar esos gratos momentos de mi tierra, cuando llueve torrencialmente y en compañía de mi familia, es un café calentito, pues el pifá sólo lo encuentro en mis memorias, aún no me he tropezado con él por estos rumbos...