Por: Miriam Rizcalla de Cornejo
Mi hija, aquella niñita de rizos alborotados, que años atrás se paseaba por las calles de Soná, y que el padre Aníbal Cornejo bautizara cuando tenía apenas un mes de nacida, hoy recibió el Sacramento de la Confirmación.
Luego de dos años de preparación el gran día llegó. Estaba tan emocionada! Y yo más! Por cosas de la vida me tocó formar parte de la ceremonia, sucede que mi hija eligió como madrina a una de mis sobrinas, Graciela Rizcalla, que vive en Soná y, aunque no pudo asistir, oficialmente es su madrina, tanto que su nombre figuraba en el lugar donde le correspondía ubicarse. En su ausencia me fue permitido representarla. No tengo palabras para describir la ceremonia. ¡Espectacular, desde el punto de vista religioso! ¡Qué belleza!
Anoche, durante la práctica, se nos advirtió que no se permitirían fotos, filmadoras, celulares, nada! pues según los organizadores: "todo se guarda en la memoria y el corazón", por lo tanto no puedo mostrar ninguna foto de lo acontecido. De allí que se me antoje "retratar" cada acto, cada cosa, si no en fotos, en palabras, en un relato para el recuerdo, y en un intento para que aquellos, que aún no se han confirmado, finalmente lo hagan...
A las 11:00 a.m., inició todo. La iglesia estaba a reventar. Lleno total. El altar precioso, bellamente decorado con hermosas rosas rojas, me recordó el altar de la iglesia San Isidro de Soná, siempre bello y encantador con sus frescas flores, lindo, lindo. Hermosa entrada del Obispo, vestido con su casulla roja, color correspondiente para administrar el sacramento de la Confirmación, acompañado por cinco concelebrantes, seguido por los jóvenes, vestidos todos con una bata roja a media pierna. El tenor, más inspirado que nunca, en contraste con la soprano, que juntos me hacían pensar que en cualquier momento estallarían los antiguos vitrales de la centenaria iglesia. El coro, fabuloso! El piano, las trompetas, todo un concierto, y qué sensación tan bonita al escuchar a todos los presentes unirse a los cantos...Aleluya, Aleluya, Aleluya...Realmente emotivo cuando el Obispo imprime a cada uno la señal de la Cruz en la frente con el Santo Crisma, un aceite especial que él bendice cada año durante la misa del Jueves Santo y más aún cuando al imponer sus manos, dice: "Recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo" y le da su golpecito en la mejilla, simbolizando lo que le hacían a los hombres al convertirse en caballeros o soldados en la antigüedad. La señal de la Cruz sobre la frente, durante la Confirmación, es un símbolo poderoso, que amerita ser bien estudiado para comprenderlo mejor...
Hoy, con la Confirmación, mi hija aceptó por voluntad propia ser católica y con ello, de alguna manera, se convierte en soldado de su fe, de su Iglesia. El día de la Confirmación todos vivimos "nuestro Pentecostés", así como en su momento lo vivieron los apóstoles cuando recibieron la venida del Espíritu Santo, tal como les fue prometido por Jesús.
Con la Confirmación aceptamos, de manera voluntaria, la fe de Cristo. En el Sacramento de la Confirmación Dios nos da Su Espíritu Santo y con esta Gracia Divina debemos asumir un compromiso de fe, acorde con las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo...
Al finalizar, todos pudimos tomar fotos junto al Obispo y demás sacerdotes afuera de la iglesia. Un día de fiesta y alegría para el Cielo. Misión cumplida, con mucha emoción y una que otra lágrima, pero de felicidad...Gracias Señor por este día. Que Dios bendiga a nuestros hijos. Amén.