Leche de vaca recién ordeñada, en Soná



Por:  Miriam Rizcalla de Cornejo

     En Panamá, el sector primario de la economía -agricultura y ganadería- siempre tuvo un sitial destacado.  En Soná, por mucho tiempo, fue el sostén  económico para el distrito.  Algunos ganaderos, además de vender sus reses, se concentraban en la producción de leche, de allí que en el pasado fuera tan común ver en los portales de las casas una mesa llena de botellas, jarras y galones, cada una con el nombre de sus respectivos dueños, quienes hacían sus encargos para el siguiente día.  Al amanecer, todos pasaban y recogían sus envases llenos de leche fresca, recién ordeñada. 

     Inicialmente, la escena descrita, solía darse en la Plaza San Isidro, donde vivían algunas de las familias ganaderas del pueblo.  Eran las señoras de las casas, las encargadas de administrar aquellas ventas de leche.  Así se recuerdan las casas de los señores Tino Dutari, Guillermo Martinelli y otros, Q.E.P.D.  También se adquiría en la tienda del Sr. Lupercio y en casa de la Sra. Pura -mejor conocida como tía Pura- una persona muy querida en el pueblo, que además de vender leche por encargo, también preparaba unos quesos blancos -envueltos en hojas de plátano- tan deliciosos como inolvidables... ni hablar de los siempre recordados huevitos de leche.

     Por su parte, las señoras en  La Plaza, hacían los famosos duros de leche cortada, los preparaban en cubetas para hacer hielo y luego los envolvían en papeles amarillos, de aquellos tan comunes en las tiendas del pueblo, pues aún no existían los vasitos de cartón o plástico que se conocen hoy.  Estos duros desaparecían en un instante por la chiquillera que salía al recreo.  Era una época en la cual aún no existía la escuela Miguel Alba de Soná y las clases se ofrecían en diferentes casas, con salones habilitados para ese fin, en la Plaza San Isidro.

A un módico precio cada familia tenía acceso a su recipiente de leche fresca, pura y -dicho en términos actuales- orgánica, leche de muy buena calidad, que luego sería puesta a hervir lo suficiente para su consumo.  Si por alguna razón la leche se cortaba nada se perdía, pues las ingeniosas abuelitas lo convertían en un delicioso dulce llamado zuripico fácil de hacer y de consumir también...

Aunque no muy recomendable para la salud, pero sí una delicia, era disfrutar de aquella nata gruesa, espesa, que surge cuando la leche hervida empieza a refrescar.  Puesta en un plato aparte, y bien azucarada, se acompañaba con algún pan suave, qué placer!...Hoy todo queda como recuerdo lejano de aquellos tiempos que difícilmente volverán...