Por: Miriam Rizcalla de Cornejo
Con el paso de los años Soná ha evolucionado mucho. Falta por hacer, sin duda alguna, pero es innegable su transformación. Basta con hacer un recorrido hacia el pasado para darnos cuenta cuán diferentes son las cosas hoy. Este es el caso de cómo llegó el suministro de energía eléctrica a Soná.
En el presente vivimos atrapados en medio de tanta tecnología, que nuestros niños, adolescentes y muy jóvenes no se imaginarían, ni por asomo, cómo se vivía en Soná a inicios y mediados del siglo XX.
Por aquellos años no existía el servicio de electricidad que se conoce y se disfruta hoy. Al caer la noche con su manto obscuro, las familias se recogían en silencio en el interior de sus casas. Todo yacía en penumbras. Sólo el resplandor de una luna llena iluminaba tenuemente al pequeño, tranquilo y silencioso pueblo de Soná.
Para echar a andar un lugar, se requiere la participación activa de sus habitantes, iniciativa y arrojo a la acción. Esto fue lo que sucedió cuando uno de sus residentes, don Félix Sosa, logró conseguir e instalar veinte faroles de kerosene. Ubicados estratégicamente, con la finalidad de iluminar las calles de Soná, eran encendidos tan pronto obscurecía. A los primeros rayos del sol se apagaban. Las personas que realizaban esta labor eran conocidos como los "faroleros" del pueblo.
Por mucho tiempo, Soná vivió de esta manera. En 1930 llegó la que sería la primera planta eléctrica, ubicada a un costado del Cuartel de Bomberos, desplazando así al sencillo sistema de alumbrado ofrecido por los faroles. Su propietario, don César Pardini, contrató a don Víctor de Los Santos, proveniente de la ciudad capital y con los conocimientos necesarios, para que fuese el encargado de administrar y mantener debidamente aquella pequeña empresa, que tantos cambios positivos produjo en Soná.
De 6 p.m. a 6 a.m. el pueblo se beneficiaba con los servicios de la planta eléctrica. Los sábados funciona ba más temprano con el propósito de permitir a las familias planchar la ropa. Posteriormente funcionaría durante todo el día. El ruido ensordecedor que emanaba de ella, tan pronto como empezaba a funcionar, se escuchaba en todo el pueblo. Hay personas que aseguran que su sueño se veía interrumpido tan pronto la planta, por alguna razón, interrumpía a su vez su servicio durante la noche...tan acostumbrados estaban a ella!
Nada de los inconvenientes que ésta pudiera presentar molestaba tanto como cuando se presentaba una orquesta en el pueblo. Cuando en lo mejor del baile todo quedaba en silencio y a obscuras, la frustración y enojo no se hacían esperar. Hasta la fecha son recuerdos memorables.
Como es costumbre en cada lugar, siempre existe una razón por la cual nombrar, aunque sea de manera popular a las calles y aquella, donde se ubicaba la planta, se le conoce hasta el día de hoy como la calle de La Planta.
En 1977 la planta eléctrica llega a su fin. La creación de la Hidroeléctrica de la Yeguada, en Calobre, provincia de Veraguas sería, a partir de entonces, la encargada de suministrar los servicios de electricidad con mayor eficiencia, con lo cual la vida de los sonaeños cambiaría radicalmente. Dentro del hogar, como a nivel comercial, representó una transformación total disponer de este servicio que tanto beneficio trajo.
En muchas casas se conservan aún aquellas tinajas hechas a mano, que en el pasado se usaban para mantener el agua fresca para tomar. Con la llegada del sistema de electricidad en los hogares, éstas fueron desplazadas poco a poco. Hoy se exhiben como testigo mudo de una época lejana, cuya historia peligra perderse en el silencio de los tiempos...