Mayo, mes de María, en Soná


Por:  Miriam Rizcalla de Cornejo

Alabar y honrar a la Virgen María en el mes de mayo, es una hermosa y antigua tradición que se origina en Europa.  Entre los siglos XIII y XVI se propaga esta maravillosa costumbre de rendirle honores a la Madre de Dios, haciéndose una práctica universal hacia el siglo XIX.  En América se introdujo la tradición gracias a la promoción y difusión de los misioneros españoles, que lograron desarrollar en los creyentes una gran devoción hacia la Santísima Virgen María.

El mes de María se reza en mayo, mes de las flores.  Es el tiempo durante el cual los campos se cubren de un resplandeciente verde y los jardines, con sus hermosas plantas, rebosantes de flores multicolores, aromáticas y siempre bellas, esperan ansiosos la visita de grandes y chicos en busca de las más delicadas flores para obsequiar a la Virgen.

En Soná son muchas las tradiciones religiosas conservadas a través de los años, entre ellas está, como ocurre en muchos lugares del mundo, cultivar la devoción a la Reina de los Cielos con misas, rosarios, cánticos y ofrendas florales.

Soná tuvo la dicha de contar con la presencia de sacerdotes claretianos cuyo esfuerzo, con el pasar del tiempo,  le convirtió en un pueblo fervientemente mariano.  Impulsaron el amor de todo un pueblo hacia la Virgen y fomentaron su devoción, cada vez con mayor ahínco, mediante profundos sermones o prédicas, organizaciones de cofradías  - asociaciones de devotos(as) - hermosas procesiones, todo en honor a la Madre de Dios.

Muchas personas recuerdan con gran satisfacción y algo de nostalgia, aquellas tardes de una infancia muy lejana en Soná, cuando al salir de la escuela corrían a los jardines de sus casas, del vecino, del parque o donde fuera para cortar flores y ofrendarle a la Virgen durante la misa, que se iniciaba con la entrada de las niñas al templo cantando y llevando en sus manos los ramitos de flores que con tanto amor e ilusión habían confeccionado ellas mismas.  Colocaban sus arreglos florales al pie de la imagen de la Virgen, sintiendo el palpitar de sus corazones, la observaban convencidas de que les sonreía complacida y llena de amor hacia ellas.

El cántico entonado tanto en Soná, como otros lugares donde se celebra esta tradición es:

<VENID Y VAMOS TODOS>

Venid y vamos todos con flores a porfía
con flores a María que Madre nuestra es

De nuevo aquí nos tienes purísima doncella
más que la luna bella postrados a tus pies

A ofrecerte venimos flores del bajo suelo
con cuánto amor y anhelo Señora tú lo ves

Con esta práctica tan hermosa el pueblo creció aprendiendo a amar a la Santísima Virgen María.  Para muchos era más significativa y les llegaba al corazón más que cualquier cátedra o pieza de oratoria mariana que se les hubiese dictado.

En el pasado, el día 31 de mayo se clausuraba la celebración con hermosas poesías declamadas por las niñas participantes.

Se recuerdan versos como:

Dios estampó en mi mente, tu nombre, Madre Mía,
desde el dichoso día en que pude conocer,
y grabó en mi pecho, sagrario de cariño,
desde que siendo niña, supe lo que es querer.

Detalles más, detalles menos, seguramente han variado con el tiempo, pero indudablemente la devoción y amor a la Virgen María, Madre del Redentor, ha sido inquebrantable hasta el presente.


Tradiciones como éstas no se deben perder.  Involucrar a los hijos desde la infancia en estas manifestaciones de fe y amor crea en los niños valores morales y espirituales, cimientos sólidos para una vida más plena, serena y feliz.